Defender la Libertad de Prensa, no la “impunidad de empresa”
Masiva demostración de apoyo a la
libertad de expresión en Plaza de Mayo, simbolizada en el respaldo a Víctor
Hugo y equipo, por haber sido despedido sin justificación alguna de Radio Continental,
en un acto más de censura que el Gobierno desconoce y niega. Como niega la
realidad, mientras construye “verdades” a través de los medios hegemónicos que
lo llevaron al poder formal.
Como único orador expresó en un
mano a mano con las personas presentes -como si estuviera en la radio-, su
repudio a los despidos de los trabajadores estatales (que continúan en todo el
país y en todos los organismos) y también a la represión ejercida contra los
trabajadores en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires.
“No tienen derechos a echar a esa gente. Quiero pedir por los
trabajadores echados del Senado de la Nación. Por la gente de la ciudad de La
Plata, por los trabajadores apaleados por una represión que quiere ocultar y
por eso tratan que no haya un periodismo desobediente”, manifestó en uno de
los tantos momentos fuertes de los aproximadamente veinte minutos en los que se
expresó ante la multitud.
Lo acompañaban, en un escenario
improvisado, Madres de Plaza de Mayo, funcionarios del gobierno anterior,
diputados, artistas, el repuesto titular del AFSCA por orden judicial aunque no
autorizado a ingresar a cumplir sus funciones -desconociendo el Poder Ejecutivo
el fallo judicial- Martín Sabbatella y el ex Juez de la Corte Suprema de
Justicia, Eugenio Zaffaroni, entre otros.
Víctor Hugo Morales puso de relieve
la difícil situación que atraviesa el periodismo y arengó “a luchar contra las grandes corporaciones, contra el poder real”. E
hizo un esclarecedor estado de situación cuando cuestionó la decisión de
Mauricio Macri de sacar de la TVP el programa “6,7,8”, que representa un
recorte a la tan prometida y no cumplida pluralidad de voces. Porque con la
censura anticipada ya en épocas de elecciones “unos podrán ver Canal 13, pero los que quieren ver “6,7,8” no lo podrán
hacer”.
En este punto es claro lo
expresado por el relator, conductor y periodista, porque en los últimos doce
años -hasta el 10 de diciembre- no se cerró canal, editorial e imprenta alguna,
no se “dejó de renovar contratos” -como les gusta decir, en lugar de censura-,
no se presionó ningún canal privado -ni púbico-, no se llamó a ningún director
para que se despida a alguien que no le caía bien al gobierno; por el
contrario, programas que lejos de ser realizados por “periodistas
independientes”, desataron una verdadera batalla cultural, principalmente
después del conflicto por la 125, recrudeciendo la ofensiva luego de la
aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
La incoherencia del relato que
Mauricio Macri quiere imponer a fuerza de repetirlo en los medios que lo
presentaron en sociedad, queda al descubierto en sus propias palabras; como
hoy, cuando en conferencia de prensa negó que tuviera alguna responsabilidad en
el despido y la censura del periodista Víctor Hugo Morales.
Manifestó que su
gobierno “no está abocado a ver qué
periodista trabaja en qué medio, programa de radio y televisión”, pero dos
segundos después mostró la hilacha al decir que “me apoyó en muchas ocasiones -algo que Morales desmintió luego-, antes de convertirse en un fanático
kirchnerista pos sanción de la ley de medios”. ¿Esa expresión no es
persecución ideológica? ¿No era que no iba a opinar de periodistas ni
programas?
La impunidad de distorsionar la
realidad, construyendo verdades falsas, es la parte esencial del programa de
gobierno. Sin ella, no se puede distraer
a la población para que acepte la vulneración de sus derechos sin protesta
masiva. Pero dejemos que un párrafo de la muy buena nota de Jorge Alemán[1]
cierre esta crónica de un día anunciado:
“…En esta nueva mutación del capitalismo, que denominamos
neoliberalismo, la disyunción totalitarismo o democracia se ha vuelto opaca y
enmascara una nueva cuestión, que las verdaderas decisiones que toman los
mercados no son nunca votadas, y que es el neoliberalismo el que funciona como
un dispositivo con pretensiones totalizantes, tanto intentando cerrar toda
brecha social que muestre la heterogeneidad inevitable de lo social, como el de
negar cualquier antagonismo con el nombre de ‘grieta’, ‘crispación’ y
finalmente denunciando como ‘totalitaria’ a las experiencias populares que por
desear no seguir los pasos del Amo corporativo necesitan sostenerse en un discurso
ideológico que exige una militancia social que va más allá de la vida
institucional, vida, que hasta el momento de las experiencias contrahegemónicas
populares, desfallecía en un inmovilismo inerte”.
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