El macartismo del siglo XX estuvo
comprendido entre los años 1947 y 1954 aproximadamente, en un clima de
persecución a individuos y organizaciones acusadas de comunistas. Era la época
de la Guerra Fría, el mundo bipolar y el principio de la fundamentación de la
Doctrina de Seguridad Nacional -preludio del Consenso de Washington-.
El nombre que desde ese momento
se atribuye a la persecución de pensamientos críticos y/o contrarios al orden
establecido; y, sostenido bajo el argumento de que existe una sola forma de
vida occidental y cristiana -pensamiento único-, se hizo tristemente célebre gracias al senador
republicano Joseph McCarthy. El senador lideró una feroz campaña de persecución
a intelectuales, artistas y militares acusados de simpatizar con el comunismo,
iniciando una verdadera caza de brujas.
Los tiempos han variado
geopolíticamente pero las herramientas de dominación se mantienen; con mayor
tecnología y conocimiento, pero con el mismo efecto disciplinador.
En el siglo XXI en nuestro país,
no un senador, sino el Presidente de la Nación, revitaliza aquella cacería y el
“Mcriartismo” se ejerce, ya no sobre
un enemigo externo, sino hacia un considerado enemigo interno, vaciando el
centro político y extremando los límites del sistema democrático tanto a la
derecha como hacia la izquierda, en un efecto centrifugador que tiende a
quebrar el orden democrático[1].
El nombre que desde el 10 de diciembre de 2015 se atribuye a la persecución de
pensamientos críticos y/o opositores al orden establecido -ceoliberalismo-; y, sostenido bajo el argumento de que existe una
sola forma de vida en el país alineada al centro político de dominación mundial
-EE.UU. y la Unión Europea-, se está haciendo tristemente célebre gracias al
Presidente de la Nación, Ing. Mauricio Macri.
No es una particularidad
argentina; se viene desplegando desde la crisis económica mundial de 2008,
generada por los países centrales -y cuya salida debe ser financiada por los
países en desarrollo- en los países de Europa denominados Pigs (cerdos en
castellano) por las iniciales que los identifican: Portugal, Irlanda, Grecia y
España (Spain en inglés) y violentamente trasladada a latinoamérica, con
medidas destituyentes que horadaron las iniciativas regionales -Unasur, Celac y
Mercosur- y debilitaron los países líderes de los procesos de cambio de
paradigma: Argentina, Brasil y Venezuela.
Esta nueva avanzada de la derecha
que no es democrática, aunque alaba al régimen republicano y la libertad de
expresión -pero sin morochos que consuman- vuelve con una fuerza inusitada y legitimada
por primera vez por una cantidad de votos suficientes para producir los “cambios”
que necesita para re-distribuir en forma concentrada los ingresos y los recursos
distribuidos con más equidad e inclusión social en la última década y monedas.
[1]
Para mayor comprensión de los conceptos vertidos se recomienda leer de Juan
Linz, “La quiebra de las democracias”, Alianza Universidad, 1° edición, Madrid,
1987.
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