La implementación del pensamiento único en desmedro del pensamiento crítico
Entre
tantos cierres y despidos, dignos más de un gobierno de facto que de una
democracia, el pasado 4 de enero se publicó en el Boletín Oficial el decreto
269/2015, en el que el gobierno informa la disolución del Instituto Nacional de
Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”, creado en
2011.
Por decisión
del Poder Ejecutivo, los recursos humanos, materiales y financieros del
Instituto se transferirán al Ministerio de Cultura.
Con la
inexacta argumentación de que el Manuel Dorrego difundía una única visión de la
historia nacional e iberoamericana, el decreto destaca que “el accionar de las instituciones científicas
y académicas reconocidas por el Estado e incorporadas dentro de los sistemas
nacionales de evaluación la producción historiográfica, debe realizarse en el
marco de la más absoluta pluralidad ideológica”.
Con la
convicción de instalar un pensamiento único -aunque se mencione lo contrario-
el decreto también asevera que “No es
función del Estado promover una visión única de la historia ni reivindicar
corriente historiográfica alguna sino, por el contrario, generar las
condiciones para el ejercicio libre e independencia de la investigación sobre
el pasado”.
El
Instituto Dorrego, como comúnmente se lo denominaba, que funcionaba en la calle
Rodríguez Peña 356, fue creado durante la gestión de la Presidenta Cristina
Fernández de Kirchner, a través del decreto 1880/2011 “…con carácter de organismo desconcentrado, cuya finalidad primordial
será el estudio, la ponderación y la enseñanza de la vida y obra de la
personalidades de nuestra historia y de la Historia Iberoamericana, que obligan
a revisar el lugar y el sentido que les fuera adjudicado por la historia
oficial, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX”.
Es decir,
sin anular ni cerrar los institutos encargados de fomentar la historia oficial
escrita por Bartolomé Mitre (con claro sesgo liberal-conservador y antipopular)
se proponía renovar la discusión de la revisión histórica desde un lugar
distinto de observación y rescatar el pensamiento crítico en la valoración de
autores que cuestionaban la historia que no tenía como sujeto histórico al
pueblo.
Tanto
una visión como la otra son ideológicas. Y está bien que así sea. Los hechos
históricos no son abstractos y son interpretados -científicamente, por si le
preocupa al gobierno nacional actual- por personas que se encargan de recabar
documentos, testimonios, gráficos y autores pasados, explicando los
acontecimientos como creen han sucedido, apoyados en documentación escrita,
visual y testimonial.
El
problema es considerar una versión de los hechos como “visión ideológica” y
otra como “objetiva y plural”. Y esta es la diferencia entre la formación de un
“pensamiento crítico” y la deformación que produce “el libre pensamiento”. El
pensador crítico se expresa con compromiso y desde una identidad ideológica manifiesta,
mientras que el libre pensador oculta su identidad ideológica y se expresa bajo
el manto de la objetividad de los hechos.
Nada en
la vida es objetivo. Estamos atravesados por la subjetividad del conflicto, el conocimiento y la experiencia. No existe, no existió, ni existirá historia
objetiva, periodismo independiente, política sin ideología y democracia
consensual.
Al
ocultarse la ideología implícita en los actos de gobierno bajo el mantra de “la más absoluta pluralidad ideológica”
se esconde el verdadero sesgo ideológico de la instalación de un pensamiento
único. Habría que preguntarle a los redactores del decreto que disuelve el
Instituto Dorrego ¿qué pluralidad ideológica tiene un Estado cuando se pretende
que sea la más absoluta?, ¿lo plural es absoluto?, ¿lo considerado absoluto,
único, puede ser plural? Sólo puede serlo si se cercena una visión de la
historia, porque es, entonces, plural de lo absoluto.
Esta nueva
avanzada contra el pensamiento crítico y la pretendida intención de recrear el
fin de la historia (de las ideologías) me recuerda una discusión que tuve en el
aula con el Dr. Gregorio Badeni -reconocido y consultado constitucionalista-
mientras cursaba una de las últimas materias en la carrera de Abogacía, en la
Facultad de Derecho de la UBA, en el 2006, -Derecho Constitucional Profundizado-
cuando, ante el sesgo liberal conservador que el titular de la cátedra le daba a
la organización constitucional nacional de nuestro país en el siglo XIX, lo
interpelé diciendo que me parecía parcial su interpretación de los hechos y que
debía contemplar la otra visión de la organización nacional a través del
pensamiento y los escritos de autores de la talla de Raúl Scalabrini Ortiz, José
María Rosa, Juan José Hernández Arregui, Manuel Ugarte, Jorge Abelardo Ramos, Fermín
Chávez, Arturo Jauretche, entre otros. Ante mi asombro, contestó que no podía
discutir conmigo eso porque no conocía a esos autores. ¿Puede un reconocido
constitucionalista tener una visión parcial de los hechos históricos que
constituyen nuestra Nación? No. Pero si se pretende generar una sola versión, un
sólo y único pensamiento, se debe ocultar y disolver cualquier crítica o
versión distinta.
¿Tendrá
relación el cierre del Instituto con los despidos masivos en el Estado -que invitan
a las empresas privadas a seguir su ejemplo- por pensar diferente,
considerándolos no trabajadores, sino militantes que piensan distinto?
¿Cuántos
más fusilamientos simbólicos estará dispuesto a realizar el nuevo gobierno?
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