sábado, 9 de enero de 2016

El nuevo fusilamiento de Manuel Dorrego


La implementación del pensamiento único en desmedro del pensamiento crítico


Entre tantos cierres y despidos, dignos más de un gobierno de facto que de una democracia, el pasado 4 de enero se publicó en el Boletín Oficial el decreto 269/2015, en el que el gobierno informa la disolución del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano “Manuel Dorrego”, creado en 2011.

Por decisión del Poder Ejecutivo, los recursos humanos, materiales y financieros del Instituto se transferirán al Ministerio de Cultura.

Con la inexacta argumentación de que el Manuel Dorrego difundía una única visión de la historia nacional e iberoamericana, el decreto destaca que “el accionar de las instituciones científicas y académicas reconocidas por el Estado e incorporadas dentro de los sistemas nacionales de evaluación la producción historiográfica, debe realizarse en el marco de la más absoluta pluralidad ideológica”.

Con la convicción de instalar un pensamiento único -aunque se mencione lo contrario- el decreto también asevera que “No es función del Estado promover una visión única de la historia ni reivindicar corriente historiográfica alguna sino, por el contrario, generar las condiciones para el ejercicio libre e independencia de la investigación sobre el pasado”.

El Instituto Dorrego, como comúnmente se lo denominaba, que funcionaba en la calle Rodríguez Peña 356, fue creado durante la gestión de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, a través del decreto 1880/2011 “…con carácter de organismo desconcentrado, cuya finalidad primordial será el estudio, la ponderación y la enseñanza de la vida y obra de la personalidades de nuestra historia y de la Historia Iberoamericana, que obligan a revisar el lugar y el sentido que les fuera adjudicado por la historia oficial, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX”.

Es decir, sin anular ni cerrar los institutos encargados de fomentar la historia oficial escrita por Bartolomé Mitre (con claro sesgo liberal-conservador y antipopular) se proponía renovar la discusión de la revisión histórica desde un lugar distinto de observación y rescatar el pensamiento crítico en la valoración de autores que cuestionaban la historia que no tenía como sujeto histórico al pueblo.

Tanto una visión como la otra son ideológicas. Y está bien que así sea. Los hechos históricos no son abstractos y son interpretados -científicamente, por si le preocupa al gobierno nacional actual- por personas que se encargan de recabar documentos, testimonios, gráficos y autores pasados, explicando los acontecimientos como creen han sucedido, apoyados en documentación escrita, visual y testimonial.

El problema es considerar una versión de los hechos como “visión ideológica” y otra como “objetiva y plural”. Y esta es la diferencia entre la formación de un “pensamiento crítico” y la deformación que produce “el libre pensamiento”. El pensador crítico se expresa con compromiso y desde una identidad ideológica manifiesta, mientras que el libre pensador oculta su identidad ideológica y se expresa bajo el manto de la objetividad de los hechos.

Nada en la vida es objetivo. Estamos atravesados por la subjetividad del conflicto, el conocimiento y la experiencia. No existe, no existió, ni existirá historia objetiva, periodismo independiente, política sin ideología y democracia consensual.

Al ocultarse la ideología implícita en los actos de gobierno bajo el mantra de “la más absoluta pluralidad ideológica” se esconde el verdadero sesgo ideológico de la instalación de un pensamiento único. Habría que preguntarle a los redactores del decreto que disuelve el Instituto Dorrego ¿qué pluralidad ideológica tiene un Estado cuando se pretende que sea la más absoluta?, ¿lo plural es absoluto?, ¿lo considerado absoluto, único, puede ser plural? Sólo puede serlo si se cercena una visión de la historia, porque es, entonces, plural de lo absoluto.

Esta nueva avanzada contra el pensamiento crítico y la pretendida intención de recrear el fin de la historia (de las ideologías) me recuerda una discusión que tuve en el aula con el Dr. Gregorio Badeni -reconocido y consultado constitucionalista- mientras cursaba una de las últimas materias en la carrera de Abogacía, en la Facultad de Derecho de la UBA, en el 2006, -Derecho Constitucional Profundizado- cuando, ante el sesgo liberal conservador que el titular de la cátedra le daba a la organización constitucional nacional de nuestro país en el siglo XIX, lo interpelé diciendo que me parecía parcial su interpretación de los hechos y que debía contemplar la otra visión de la organización nacional a través del pensamiento y los escritos de autores de la talla de Raúl Scalabrini Ortiz, José María Rosa, Juan José Hernández Arregui, Manuel Ugarte, Jorge Abelardo Ramos, Fermín Chávez, Arturo Jauretche, entre otros. Ante mi asombro, contestó que no podía discutir conmigo eso porque no conocía a esos autores. ¿Puede un reconocido constitucionalista tener una visión parcial de los hechos históricos que constituyen nuestra Nación? No. Pero si se pretende generar una sola versión, un sólo y único pensamiento, se debe ocultar y disolver cualquier crítica o versión distinta.

¿Tendrá relación el cierre del Instituto con los despidos masivos en el Estado -que invitan a las empresas privadas a seguir su ejemplo- por pensar diferente, considerándolos no trabajadores, sino militantes que piensan distinto?


¿Cuántos más fusilamientos simbólicos estará dispuesto a realizar el nuevo gobierno?

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