jueves, 24 de marzo de 2016

40 AÑOS, aprendiendo a los golpes



Sale el sol de un día nuevo en Buenos Aires. La muchedumbre comienza a patear las calles que alguna vez agua supieron ser. La ciudad se levanta, aunque su gente más que despierta parece sonámbula.

El pasado asoma sobre los hombros de un país que comenzaba a levantarse pero que como buen humano, no deja de tropezar, una y otra vez. Dicen, algunas sabias culturas aborígenes, que el pasado nunca se encuentra detrás sino adelante ya que es lo único que podemos ver, el futuro, en cambio, se encuentra detrás de nuestros ojos, porque es lo que aún no podemos ver.

Cosa del pasado, dicen algunos…

¿Cómo avanzar si ver el pasado? Hace 40 años un día como hoy, de sol radiante y futuro incierto el país, esta tierra llena de historia asesinada, sufría la violencia más grande que puede existir. Como un padre golpeador que lejos de cuidar a su familia lleva la violencia a lo más profundo de su hogar, el Estado, dejaba de ser aquella imagen paternal de ente protector que vela por el bien de sus ciudadanos y se transformaba en el peligro más latente, en la amenaza más real. Sólo aquel que ha sufrido la violencia en su propia casa sabe que no existe escapatoria cuando el peligro viene de adentro, no hay a quien acudir.
Pero aquel padre golpeador, aquel que ejerce la violencia por el poder que le concede su posición dentro de la casa, debe pagar, debe saber que los miembros de la casa ya no son seres pasivos, dominables y vulnerables, porque ya han tenido un pasado de padres golpeadores y, como bien dicen nuestros sabios aborígenes, el pasado esta adelante. Está adelante para que lo recordemos, para que aprendamos de él, para darnos fuerzas.
Pero como todo, la violencia también evoluciona y el padre ya no recurre a la hebilla del cinturón, ya no patea puertas ni usa la picana sobre los genitales. Ahora, nuestro padre, violento inclusive más que el anterior, nos dice que lo nuestro ya no es nuestro, nos golpea sin los puños sino con las palabras, no en la cara sino en la moral. Trae a nuestra casa a los padres más violentos del mundo y los aloja en la suite más preciada para mostrarnos que estamos del lado de la violencia, para decirnos: hijos, estos son nuestros amigos. Pero nosotros ya no nos dejamos engañar.

Entonces salimos a la calle a recordar este pasado que esta adelante y no atrás, lo cargamos sobre nuestros hombros y miramos hacia el frente con una mochila tan pesada que jamás podríamos levantar si no fuese porque somos miles y miles que con una fuerza descomunal, hombro con hombro la levantamos incansablemente cada 24 de Marzo para recordar aquella generación de padres violentos y contarles a los nuevos hermanos nuestra historia, alertarlos y cuidarlos de la nueva violencia, que ya no usa fusiles para matar ni tortura para dominar, ha encontrado medios mucho más sutiles y morbosos, ha encontrado en la tortura mediática un arma más letal que la picana.

Pero ojo, los creadores de violencia no han cambiado, el padre de todos los padres ha sido siempre el mismo y hoy está en nuestra casa.

Cosas del pasado, dicen… Cosa del presente, digo.

MR


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