Una lucha permanente
La madrugada del 24 de marzo de 1976, hace cuatro décadas, la Plaza de Mayo se
encontraba así de desolada; símbolo de la larga y oscura noche que se
avecinaba. Se instalaba en Argentina, de facto, con toda la brutalidad
inimaginable hasta ese entonces, un sistemático vaciamiento ideológico, con la
intención de re-fundar la Nación. El gobierno de facto se autodenomina “Proceso
de Reorganización Nacional”. Todas las palabras asumen la intención de
desterrar en forma definitiva cualquier atisbo popular, especialmente direccionado hacia “el
hecho maldito de la Argentina”, como gustaban decirle: el peronismo.
Este
gobierno de facto asume la responsabilidad, como herramienta ejecutora de la
complicidad empresaria, mediática y eclesiástica, de iniciar un Proceso
institucional de
Reorganización del sistema político, bajo los valores
inspiradores del “orden y el progreso” de la organización Nacional efectuada en la
década del ochenta del siglo XIX.
Es
cierto que el escenario local, regional y geopolítico ya no es el de aquél siglo;
sin embargo, la carencia de densidad nacional histórica que abortó cualquier intento de
conformar una burguesía industrial nacional fortaleció a la oligarquía
agrícola ganadera que, sobre el último cuarto del siglo XX, ingresará al mundo
globalizado y al fundamentalismo del mercado de la mano protectora de los Estados
Unidos, que instaura en todo el continente sudamericano gobiernos militares que
resguardan los intereses conservadores empresarios, eclesiásticos y de clase.
En este sentido se implementa la ideología neoliberal: liberalismo clásico
nuevo impuesto con disciplinamiento sociopolítico y libertad del mercado de
capitales. La represión, entonces, se hace necesaria.
Como la
intención era refundar las instituciones políticas y tomar el mando de las
variables económicas, no se trataba de un golpe más; era el último golpe que
verdaderamente desterraría la conciencia colectiva -expresada mayoritariamente
en el movimiento peronista- que impedía el desarrollo nacional a través de los
mercados y su libertad de acción, desde febrero de 1946. Ya no se trataba de
conseguir algún político que domara al movimiento peronista, le prohibiera su
participación en el sistema y lo tuviera a raya. Ahora se trataba de cambiar el
sistema político nacional en el marco de la guerra fría llevada a cabo por los
Estados Unidos y la hoy ex Unión Soviética, por lo que el grado de violencia
institucional y la impunidad manifiesta desembocaría en el accionar delictivo
direccionado desde el terrorismo de Estado.
Suspendida
la Constitución, desactivado el poder legislativo, abusando del ejercicio
legítimo de la violencia, el Estado terrorista desparrama sus “grupos de tareas”
por todo el país y ejecuta el accionar estatal y paraestatal por fuera de las
leyes y las garantías del debido proceso, secuestrando, matando, desapareciendo
personas, apropiándose de menores y bienes materiales; desencadenando en definitiva una diáspora generacional que costó
muchas décadas reconstruir. El objetivo era arrasar con cualquier atisbo de
compromiso político y social, evitar la transmisión cultural de generación en
generación y sentar las bases de una sociedad de consumo, sin ideología, sin
compromiso político y proclive a entretenerse de forma individual.
El
Proceso de Organización Nacional de 1880 se asentó en las “Bases” liberales y
positivistas que dieron creación a un Estado liberal de derecho, reflejado por Alberdi.
El Proceso de Reorganización Nacional de 1976, se afirmó en las “Bases” del
neoliberalismo que dieron fuerza al surgimiento de un Estado Gendarme del capital
financiero que bajo la idea de la globalización y la promesa del derrame de
riqueza, sólo trajeron violaciones a los derechos humanos, miseria, pobreza, endeudamiento
externo, desmantelamiento industrial, desempleo e hiperinflación.
Como la
única batalla que se pierde es la que se abandona, los organismos de derechos
humanos -Madres, Abuelas, Hijos y familiares de personas detenidas y
desparecidas por motivos políticos, principalmente- mantuvieron la lucha persistente
y sistemática hasta el año 2003 que los derechos humanos fueron finalmente
política de Estado y el Nunca Más de
1985 se transformó en Memoria, Verdad, Justicia e Inclusión Social.
La
imagen que inicia estas meditaciones, una Plaza de Mayo desolada en la
madrugada, en las primeras horas del 24 de marzo de 1976, se ha vuelto a repetir
a casi 40 años de aquél día. El pasado 23 de marzo de 2016 a la madrugada, en
las primeras horas de ese día, la Plaza de Mayo también estuvo desolada,
oscura, sin posibilidad de ser transitada, cercada debido a la llegada del
presidente de Estados Unidos de Norteamérica, Barack Obama.
Cuarenta
años, dos imágenes, una larga noche histórica, un destello de luz que perforó
la oscuridad y que en un diámetro de doce años transformó los derechos humanos
en política de Estado, la construcción de un relato histórico y una lucha
permanente se evocarán en pocas horas. Con una Plaza bañada por el Sol,
desbordada de personas, para que nuevamente los más de treinta mil compañeros
detenidos desaparecidos presentes ingresen a la Plaza del Pueblo con sus
madres, en una bandera que simboliza el legado que supieron dejar y que con
orgullo seguiremos sosteniendo.
Por más
Memoria, Verdad, Justicia e Inclusión, Nunca Más…
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