jueves, 10 de marzo de 2016

El futuro de nuestro pasado presente - Décima Entrega


La Historia será testigo



La reciente crisis económico-financiera de Estados Unidos en 2007, con repercusión en todo el mundo, ha quebrado definitivamente su liderazgo hegemónico y el modelo de pensamiento único fundamentalista de mercado. Sin dudas, seguirá siendo una gran potencia y el país más desarrollado e innovador del mundo, cualidad que conservará por mucho tiempo. Geopolíticamente ha disciplinado al continente y el mundo nuevamente está financiando su déficit fiscal. Pero se avecinan nuevos escenarios y la salida de esta fase crítica del capitalismo será prolongada y tensa.

El desafío de nuestra región para esta próxima década deberá estar focalizado en la lucha por la consolidación de las políticas públicas implementadas en la década ganada. Defender los logros obtenidos será indispensable para combatir un nuevo avance conservador y excluyente; el “ceoliberalismo” -versión renovada del neoliberalismo-, donde el poder está representado por la alianza entre los medios hegemónicos de información, el Poder Judicial y el empresariado. Y por supuesto un Estado ejecutor que garantice la transferencia de los recursos.   

También deberemos estar muy atentos a la configuración geopolítica en el actual centro político del sistema internacional de naciones. Existe una proyección que verifica la posibilidad de que vuelva a ser bipolar bajo los liderazgos de Estados Unidos y China, que forman parte de un acuerdo de tensión estratégico que sigilosamente reformula el sistema mundial, con disensos y consensos (un detalle para no descuidar: China es el mayor acreedor de bonos del Tesoro norteamericano).

Sin embargo, un escenario de liderazgo multipolar compuesto por Estados Unidos, los países del BRIC (sigla que corresponde a las iniciales de Brasil, Rusia, India y China) y los países del Sudeste Asiático no es una utopía, ya que han demostrado tener un peso específico propio en el concierto de las naciones.

Y otro contexto posible (sin agotar las posibilidades pero sí mencionando los más probables) de reconfiguración de liderazgo internacional podría conformarse con Estados Unidos, Canadá, China, Rusia, la Unión Europea, el Sudeste Asiático y la Unión de Naciones Suramericana (Unasur).

En este el último escenario, la región latinoamericana (de la que Argentina es parte) es donde mayor participación tendría como bloque regional en el proceso de toma de decisiones a nivel internacional. Situación deseable y posible, pero que no relega al bloque regional en el caso de que se presenten los otros contextos mencionados o cualquier otro que aparezca. Es decir, depende de que los países que componen la región -sus élites gobernantes y sus pueblos, principalmente- entiendan que deben afianzar sus políticas de participación y de mejora en la distribución del ingreso en cada Estado y que más allá de las diferencias políticas y culturales que puedan tener interbloque, hacia el mundo demuestren ser un actor compacto regional con peso propio, necesario en cualquier decisión a nivel mundial, convirtiéndolo en hacedor de políticas públicas y dejando de ser ejecutor pasivo de intereses concentracionarios.

Un nuevo rebrote del pensamiento único en lo político y de exclusión en lo económico converge hoy en desarmar este último contexto internacional en donde se pretende desarticular las políticas públicas de los países que integran la Unasur. Las actitudes destituyentes en Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador y el arribo por primera vez de la derecha al gobierno argentino a través de los votos, son realidades que tienen como vector terminar con todo vestigio de redistribución y equidad en los ingresos y los recursos de la población.

El desafío está planteado. 

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