La Historia será testigo
La
reciente crisis económico-financiera de Estados Unidos en 2007, con repercusión
en todo el mundo, ha quebrado definitivamente su liderazgo hegemónico y el
modelo de pensamiento único fundamentalista de mercado. Sin dudas, seguirá
siendo una gran potencia y el país más desarrollado e innovador del mundo,
cualidad que conservará por mucho tiempo. Geopolíticamente ha disciplinado al
continente y el mundo nuevamente está financiando su déficit fiscal. Pero se
avecinan nuevos escenarios y la salida de esta fase crítica del capitalismo
será prolongada y tensa.
El
desafío de nuestra región para esta próxima década deberá estar focalizado en
la lucha por la consolidación de las políticas públicas implementadas en la
década ganada. Defender los logros obtenidos será indispensable para combatir
un nuevo avance conservador y excluyente; el “ceoliberalismo” -versión renovada del neoliberalismo-, donde el
poder está representado por la alianza entre los medios hegemónicos de
información, el Poder Judicial y el empresariado. Y por supuesto un Estado
ejecutor que garantice la transferencia de los recursos.
También
deberemos estar muy atentos a la configuración geopolítica en el actual centro
político del sistema internacional de naciones. E xiste una proyección que
verifica la posibilidad de que vuelva a ser bipolar bajo los liderazgos de
Estados Unidos y China, que forman parte de un acuerdo de tensión estratégico
que sigilosamente reformula el sistema mundial, con disensos y consensos (un
detalle para no descuidar: China es el mayor acreedor de bonos del Tesoro
norteamericano).
Sin
embargo, un escenario de liderazgo multipolar compuesto por Estados Unidos, los
países del BRIC (sigla que corresponde a las iniciales de Brasil, Rusia, India
y China) y los países del Sudeste Asiático no es una utopía, ya que han
demostrado tener un peso específico propio en el concierto de las naciones.
Y
otro contexto posible (sin agotar las posibilidades pero sí mencionando los más
probables) de reconfiguración de liderazgo internacional podría conformarse con
Estados Unidos, Canadá, China, Rusia, la Unión Europea, el Sudeste Asiático y
la Unión de Naciones Suramericana (Unasur).
En
este el último escenario, la región latinoamericana (de la que Argentina es
parte) es donde mayor participación tendría como bloque regional en el proceso
de toma de decisiones a nivel internacional. Situación deseable y posible, pero
que no relega al bloque regional en el caso de que se presenten los otros
contextos mencionados o cualquier otro que aparezca. Es decir, depende de que
los países que componen la región -sus élites gobernantes y sus pueblos,
principalmente- entiendan que deben afianzar sus políticas de participación y
de mejora en la distribución del ingreso en cada Estado y que más allá de las
diferencias políticas y culturales que puedan tener interbloque, hacia el mundo
demuestren ser un actor compacto regional con peso propio, necesario en
cualquier decisión a nivel mundial, convirtiéndolo en hacedor de políticas
públicas y dejando de ser ejecutor pasivo de intereses concentracionarios.
Un
nuevo rebrote del pensamiento único en lo político y de exclusión en lo
económico converge hoy en desarmar este último contexto internacional en donde
se pretende desarticular las políticas públicas de los países que integran la
Unasur. Las actitudes destituyentes en Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador y el
arribo por primera vez de la derecha al gobierno argentino a través de los
votos, son realidades que tienen como vector terminar con todo vestigio de
redistribución y equidad en los ingresos y los recursos de la población.
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