Las medidas políticas y económicas que buscan la desarticulación social
Esta frase de un tema popular del rock argentino (escrita en otras épocas que se pensaba no volverían) toma dimensiones políticas en estos días.
No es
una incitación, mucho menos un deseo. Es el resultado, como proyección posible,
de un análisis político, social, económico y cultural de la gestión del
gobierno actual en sus primeros casi cuatro meses.
El
estallido social aparece como viable en un corto plazo debido a la dilapidación
de legitimidad del gobierno en su accionar inicial, cuando es en estos primeros
meses donde más debería fortalecerla. La política económica delineada y
profundizada en sus medidas concretas -aunque no explicitadas en un proyecto
político de gobierno- ha significado una fuerte transferencia de ingresos hacia
la concentración del capital en el sistema financiero, empresario y mediático.
La
construcción del relato de esta nueva forma de democracia que, por las
designaciones en sus funciones de ceos (directores) de grandes empresas
multinacionales es caracterizada como “ceocracia”, tiene diferencias con el
neoliberalismo implementado en los años setenta y su posterior continuación con
el fundamentalismo de mercado en los noventa.
En la actualidad,
la hegemonía compuesta por el capital extranjero y especialmente la que
corresponde al capital financiero internacional es distinta a la composición
del bloque de poder que sustentó el patrón basado en la valorización financiera
y la desarticulación del Estado de Bienestar de Derecho entre los años 1976 y
2001.
En el
período que converge con el desarrollo cultural del paradigma de la
globalización la hegemonía estuvo compuesta por grupos económicos locales
industriales, agropecuarios y financieros (Pérez Companc, Bunge y Born, Bridas,
Zorroaquín, Techint, entre las más representativas). La ceocracia representada
por la gestión legítima del gobierno de Macri ahora está constituida por
representantes del capital extranjero que conduce directamente el Estado. Si
bien existen diferencias en las distintas facciones del poder hegemónico actual,
todas concuerdan con la idea de ajustar cuentas con los trabajadores para
comprimir los salarios y el consumo y llevar las remuneraciones a los niveles
críticos internacionales en esta primera etapa. De esa forma sostienen, desde
su visión monetarista y de sumisión internacional, se adquiere competencia en
las exportaciones e inserción en el mundo comercial.
Lo que
llamativamente desde su visión política y económica no preveen es que se
dispone un país para competir en las exportaciones, cuando el mundo está en
crisis, en franca retirada de los mercados y sosteniendo a sus propios
productores.
La
preparación de las fuerzas de seguridad para llevar adelante el ejercicio
monopólico de la fuerza estatal hacia la población excluida; la descomunal
liberación del cambio y la devaluación provocada en una situación económica que
por primera vez no es producto de una crisis en un cambio de gobierno; la
eliminación de retenciones al sector agropecuario y de minería; los despidos
estatales y privados que aumentan cada día, con desarticulación de áreas de
control estatal; los aumentos tarifarios de servicios (luz, gas, agua,
telefonía, transporte); la contracción económica como producto de la caída del
consumo; la eliminación de todas las áreas de derechos humanos creadas para
investigar los vínculos civiles en el golpe
cívico-militar-eclesiástico-empresario de 1976; la concentración de poder de
los medios hegemónico de información, avasallada la Ley de Medios; la entrega
al capital financiero internacional carroñero -fondos buitres- de nuestra
soberanía económica legitimada por la visita del presidente de EE.UU.; el
endeudamiento sistemático que se efectuará de aquí en adelante para pagar
deuda; la privatización tecnológica de avanzada conseguida con proyectos como
el Arsat I y II; la persecución ideológica sostenida desde los mismos
funcionarios de este gobierno que al compromiso político y social lo denominan
“ñoqui”, “grasa militante” o “basura a ordenar”; la trepada inflacionaria,
producida por el denominado “sinceramiento de las variables económicas” que
sólo demuestra ser un “sinceramiento de la ideología” excluyente del paradigma
que sobrevuela por toda la América latina; en definitiva, en un listado que no
es taxativo pero que refleja drásticamente la re-distribución de los derechos y los recursos creados y restablecidos en los últimos doce años, repudiado asquerosamente en su accionar
y en su discurso diario por este gobierno como “medidas populistas”, degradan
la vida de la población y preparan un escenario convulsivo en un corto plazo.
Es muy
posible que en el segundo semestre, como anuncia el verborrágico ministro de
Hacienda, la inflación disminuya. Pero no será por mejoras eficaces del plan
gubernamental, sino por la falta de consumo, el desempleo masivo, la disciplina
laboral y social, el achicamiento salarial, la represión ante cualquier conato
de protesta y la desarticulación industrial con la consabida anuencia del FMI,
el capital especulativo financiero internacional y las calificadoras de riesgo,
que estarán felices de insertar a la Argentina nuevamente a la depredación
sistemática de sus recursos económicos y la destrucción de los avances sociales
producidos por el Estado Social de Derecho de los últimos doce años. Como lo
hacen en Brasil, Venezuela, Bolivia y Ecuador.
También
es posible, como asegura el presidente de esta ceocracia, que ingresen
capitales a partir del segundo semestre del año. Pero serán capitales
especulativos que ante la falta de control ingresarán y se retirarán según les
convenga. Y esto será una nueva venta de espejitos de colores. Ingresarían una
lluvia de dólares que no serán capitales de inversión y provocarán en los años
subsiguientes la profundización de la crisis que este gobierno indujo y no
heredó, con la sujeción de generaciones futuras al nuevo orden geopolítico
internacional.
Se
viene el estallido…No es una incitación, mucho menos un deseo. Sino la
consecuencia de las medidas que esta ceocracia ejecuta y provocará en los
próximos cuatro años.
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