Sale el sol
de un día nuevo en Buenos Aires. La muchedumbre comienza a patear las calles que
alguna vez agua supieron ser. La ciudad se levanta, aunque su gente más que
despierta parece sonámbula.
El pasado
asoma sobre los hombros de un país que comenzaba a levantarse pero que como
buen humano, no deja de tropezar, una y otra vez. Dicen, algunas sabias
culturas aborígenes, que el pasado nunca se encuentra detrás sino adelante ya
que es lo único que podemos ver, el futuro, en cambio, se encuentra detrás de
nuestros ojos, porque es lo que aún no podemos ver.
Cosa del
pasado, dicen algunos…
¿Cómo
avanzar si ver el pasado? Hace 40 años un día como hoy, de sol radiante y
futuro incierto el país, esta tierra llena de historia asesinada, sufría la
violencia más grande que puede existir. Como un padre golpeador que lejos de
cuidar a su familia lleva la violencia a lo más profundo de su hogar, el Estado,
dejaba de ser aquella imagen paternal de ente protector que vela por el bien de
sus ciudadanos y se transformaba en el peligro más latente, en la amenaza más
real. Sólo aquel que ha sufrido la violencia en su propia casa sabe que no
existe escapatoria cuando el peligro viene de adentro, no hay a quien acudir.
Pero aquel
padre golpeador, aquel que ejerce la violencia por el poder que le concede su posición
dentro de la casa, debe pagar, debe saber que los miembros de la casa ya no son
seres pasivos, dominables y vulnerables, porque ya han tenido un pasado de
padres golpeadores y, como bien dicen nuestros sabios aborígenes, el pasado
esta adelante. Está adelante para que lo recordemos, para que aprendamos de él,
para darnos fuerzas.
Pero como
todo, la violencia también evoluciona y el padre ya no recurre a la hebilla del
cinturón, ya no patea puertas ni usa la picana sobre los genitales. Ahora,
nuestro padre, violento inclusive más que el anterior, nos dice que lo nuestro
ya no es nuestro, nos golpea sin los puños sino con las palabras, no en la cara
sino en la moral. Trae a nuestra casa a los padres más violentos del mundo y los
aloja en la suite más preciada para mostrarnos que estamos del lado de la
violencia, para decirnos: hijos, estos son nuestros amigos. Pero nosotros ya no
nos dejamos engañar.
Entonces
salimos a la calle a recordar este pasado que esta adelante y no atrás, lo
cargamos sobre nuestros hombros y miramos hacia el frente con una mochila tan
pesada que jamás podríamos levantar si no fuese porque somos miles y miles que
con una fuerza descomunal, hombro con hombro la levantamos incansablemente cada
24 de Marzo para recordar aquella generación de padres violentos y contarles a los
nuevos hermanos nuestra historia, alertarlos y cuidarlos de la nueva violencia,
que ya no usa fusiles para matar ni tortura para dominar, ha encontrado medios
mucho más sutiles y morbosos, ha encontrado en la tortura mediática un arma más
letal que la picana.
Pero ojo,
los creadores de violencia no han cambiado, el padre de todos los padres ha
sido siempre el mismo y hoy está en nuestra casa.
Cosas del
pasado, dicen… Cosa del presente, digo.
MR