Doctrina de Seguridad Nacional y Consenso de Washington
En
el mientras tanto, es decir, mientras la economía bipolar existía, los países
periféricos resistían los embates de la economía mundial. Latinoamérica y en
ella, Argentina, no eran ajenos a estos movimientos cíclicos.
En
1970, con la crisis energética y del petróleo; y, en la década del ochenta, con
la imposición del endeudamiento externo sistemático que sólo se pudo aplicar a
través de gobiernos cívico-militares en la región, el discurso ideológico,
político y cultural de dominación fue la Doctrina de Seguridad Nacional.
Todavía
hasta ese momento la asociación entre capital y trabajo, aunque despareja,
injusta y desigual desde su origen, era necesaria para la corporación
empresaria. El producto y su calidad, la mercancía, era lo transable en el
mercado de economía liberal. Pero desde la mitad de la década del ochenta, más
precisamente desde el nacimiento de las políticas neoliberales del “Consenso de
Washington” impulsadas desde los gobiernos estadounidense y británico de Ronald
Reagan y Margaret Thatcher respectivamente, “lo virtual”, “lo irreal”, “lo que
no existe”, será el núcleo de las transacciones y el resurgimiento de
“burbujas” financieras cada vez más profundas y en períodos más cortos. El
capital se desliga del trabajo. No lo necesita más como sistema de acumulación.
Muta, se transforma en acumulación de capital financiero; y, si el capital no
necesita de la mercancía para desarrollarse, no necesita tampoco mano de obra
calificada.
Nuevamente
la burguesía necesita de un discurso legitimador que le permita presentarse
ante la sociedad con el mejor y más benigno sistema posible de realizar: el
capitalismo. En este caso, las políticas neoliberales del “Consenso de
Washington” serán presentadas como lo “único” posible y el discurso hegemónico
fundamentalista de mercado prende en las cúpulas gobernantes de los Estados subdesarrollados
y en desarrollo. Élites dominantes construidas por burguesías extranjerizantes
y oligarquías que supieron resistir los embates de cambios que amanecieron en
los últimos años de la década de los años sesenta y en los primero años de la
de los setenta, viven su fiesta.
En
latinoamérica en general y en Argentina en particular las políticas del “Consenso
de Washington” se llevaron a cabo puntualmente: desregulación total del mercado
de capitales, privatizaciones de empresas del Estado y de la exploración y
explotación de los recursos naturales, endeudamiento externo, ajuste fiscal,
etc. O sea, las famosas “recetas” del FMI[1] que no sólo no “derramaron
riquezas” en los países que las llevaron a cabo como profetizaban los
especialistas económicos legitimadores de las políticas neoliberales -encabezados
por Milton Friedman[2]
y los “Chicago boys”-, sino que
aumentaron su recesión económica, profundizaron la brecha entre ricos y pobres
y fragmentaron las distintas sociedades latinoamericanas, transformando a la
población de nuestro continente en el más desigual del mundo, a pesar de la
riqueza de sus recursos naturales y la capacidad de generar alimento para todos
sus habitantes.
El
terreno se había abonado con anterioridad, tal como lo describen en sus obras
Naomi Klein[3],
Joseph E. Stiglitz[4],
Ulrich Beck[5],
Paul Krugman[6]
y Aldo Ferrer[7],
entre los más destacados de una larga lista de intelectuales, economistas,
filósofos, políticos y educadores, críticos de la instauración de la
globalización financiera en los países del tercer mundo, periféricos o en
desarrollo.
[1] El FMI, en este período,
desvirtúa las directivas surgidas del acuerdo de Bretton Woods y vulnera la soberanía
económica de los Estados imponiéndoles políticas y planes económicos para poder
seguir recibiendo créditos internacionales, asegurando el cobro de deudas a sus
acreedores.
[2] Economista estadounidense (1912-2006).
Premio Nobel de Economía en 1976, junto a Henry Simons y F. A. Von Hayek, es el
principal representante de la llamada Escuela de Chicago, grupo de economistas
que considera que los mercados competitivos libres de la intervención del
Estado contribuyen a que el funcionamiento de la economía sea más eficiente.
Considerado uno de los más grandes economistas de su época, sus postulados
fueron la base de las políticas neoliberales que se establecieron en algunos
países en la década de 1980: fueron adoptados por el Gobierno chileno del
general Pinochet, por el Gobierno Reagan en EE.UU. y por el de Margaret
Thatcher en el Reino Unido. De hecho, en las ideas de Friedman y, en general,
de la Escuela de Chicago, se halla el fundamento teórico del denominado ceoliberalismo actual.
[3] Periodista canadiense
que explica el desarrollo de la globalización en sus tres obras más difundidas:
“No logo. El poder de las marcas” (Paidós, 2002); “Vallas y ventanas” (Paidós,
2002) y “La doctrina del shock” (Paidós, 2008).
[4] Premio Nobel de la
Economía en 2001, asesor económico del gobierno de Bill Clinton, profesor en la
Universidad de Columbia, economista jefe y vicepresidente del Banco Mundial,
describió en sus primeras obras, “El malestar de la globalización” (Taurus,
2003) y “Los felices 90. La semilla de la destrucción” (Taurus, 2003), el
desarrollo de las políticas neoliberales desde el riñón del Consenso de
Washington.
[5] Profesor de Sociología
en la Universidad de Munich, explica en sus obras “¿Qué es la globalización?
Falacias del globalismo, respuestas a la globalización” (Paidós, 1998) y “La
democracias y sus enemigos” (Paidós, 2000) la globalización desde la óptica
europea.
[6] Premio Nobel de Economía
en 2008, profesor de economía y asuntos internacionales en la Universidad de
Princenton, autor de una columna bisemanal en la página editorial del New York Times y de un blog diario
llamado “La conciencia de un liberal”, elegido el Columnista del Año por la
revista Editor and Publisher y
poseedor de una página en Internet (www.krugmanonline.com)
explica la última crisis desde la Gran Depresión de 1930, en su obra “De vuelta
a la economía de la Gran Depresión y la crisis de 2008” (Grupo Editorial Norma,
2009).
[7] Economista y político
argentino, Doctor en Ciencias E
conómicas (UBA), profesor de Economía en la Universidad Nacional de La Plata y en la de Buenos Aires, ex funcionario de la Secretaría de las Naciones Unidas y ex agregado económico de Argentina en la embajada de Londres, ex Ministro de Economía y Hacienda de la provincia de Buenos Aires, ex coordinador de la Comisión Organizadora del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, ex primer Secretario Ejecutivo de CLACSO, ex Ministro de Obras y Servicios Públicos de la Nación, ex Ministro de Economía y Trabajo de la Nación, ex presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires, en la actualidad es integrante del Plan Fénix y Director Editorial de Buenos Aires Económico, además de ser uno de los economistas más activos en la denuncia de los efectos negativos de los fenómenos globalizadores sobre los países periféricos.
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