jueves, 18 de febrero de 2016

El futuro de nuestro pasado presente - Séptima Entrega




 El “fin” de las ideologías

Todo lo relatado en la entrega anterior es posible gracias a la globalización financiera que permite  que un par de zapatillas o una pelota de fútbol de marca, con un costo de mano de obra de entre 4 o 6 dólares, puedan venderse a unos 200, 300 o 400 dólares. O, lo que es lo mismo, que una persona que confecciona las mismas zapatillas y pelota de fútbol, apenas pueda cobrar 0,23 centavos de dólar por día, en condiciones paupérrimas de trabajo, tornando imposible que alguna vez pueda comprarse zapatillas como las que confecciona. Así trabajaban las grandes marcas de ropa, calzado, alimentos, bebidas, automotriz, etc., tercerizando el trabajo en maquiladoras de América latina, en países de Asia y África, reflotando la esclavitud.

El ingreso de la actividad política en los medios de información -mal denominados de comunicación- y de espectáculos y la captura de la acción política por parte de éstos, borraron las barreras entre la actividad pública y privada, entre la ética personal y la moral pública. Los empresarios del capitalismo inicial comercial se arrancaron el corsé de la democracia que los tenía contenidos desde el nacimiento de la revolución francesa y que sólo se aflojaban ante algún paraíso fiscal de vez en cuando; libres de toda atadura al fin, intervinieron en todas las actividades de la vida política, social, cultural y educativa e invadieron los Estados de economistas marketineros, gurúes o “especialistas”, mientras que los medios de información se encargaron de elevarlos al status de cuasi dioses o custodios de la verdad y la honestidad. Se decretó el fin de la Historia[1], el fin de las ideologías, en términos dialécticos hegelianos.

Sin embargo, al estar sostenida la economía real sobre la base de una economía virtual que genera desigualdades en la distribución del ingreso y, siendo las políticas neoliberales una gran ficción encubierta de “verdades absolutas”, las distorsiones no tardaron en llegar. La crisis económica de México de 1994, la primera; la de Rusia, al año siguiente y la de los países del sudeste asiático en 1997, demostraron las fragilidades de las políticas financieras llevadas a cabo en la década del noventa. Luego, las crisis económicas y financieras de Brasil y posteriormente en 2001 la hecatombe producida en Argentina, fueron el preludio de la gran crisis económica desatada por la burbuja de las hipotecas “subprime” en 2007 en los Estados Unidos de Norteamérica, propagada hacia todo el mundo, aumentando aún más su verdadera dimensión.
           
Es decir, en términos dialécticos, a un capitalismo comercial establecido aproximadamente en los años 1200 y que perduró hasta 1870,  le sucedió un capitalismo de Estado o Imperialista, que duró hasta 1985 aproximadamente y que contradecía al anterior. Su síntesis terminó siendo la globalización financiera, que nació a mediados de la década de los ochenta y contiene a las otras dos formas de capitalismo -el comercial y el de Estado o Imperial-, en una etapa superadora de aquellas.



[1] Francis Fukuyama, con su obra “El fin de la Historia y el último hombre” (Planeta, 1992), fue uno de los intelectuales más comprometidos con el pensamiento fundamentalista de mercado y uno de sus más entusiastas propulsores.

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