jueves, 11 de febrero de 2016

El futuro de nuestro pasado presente - Sexta Entrega



Las políticas económicas desarrolladas durante la década del setenta y ochenta del siglo pasado, que sólo se pudieron aplicar sobre la base de la represión social, la censura cultural, la disminución del nivel educativo, el achicamiento del ingreso de la población, el aumento de la pobreza y la aplicación de la filosofía del terror, fundamentadas en la Doctrina de Seguridad Nacional (de Estados Unidos), sembraron las semillas de nuevas generaciones de personas con las siguientes características: compromiso político y social bajo o nulo; desprecio por todo lo que tuviera que ver con la política como acción transformadora: partidos políticos, movimientos sociales y sindicatos organizados; ansiedad por consumir; adicción a la tecnología del entretenimiento; diversión instantánea; apertura mental a los mandatos de las corporaciones mediáticas que conforman el arco legitimador del discurso hegemónico de las políticas económicas neoliberales; personas deseosas de sumarse a una carrera por el éxito -meritocracia- bajo cualquier vía individual, con desdén por los estudios y los proyectos de mediano y largo alcance.

Ejemplos de cada una de estas características se han visto a lo largo de estos años y aún persisten cotidianamente en nuestras vidas. Luego de una afluencia de participación importante durante el retorno de la democracia en el continente latinoamericano a principio de la década del ochenta -después de muchos años de terror y censura-, el compromiso político comenzó a disminuir progresivamente y en forma alarmante a partir de la aplicación de la ideología del fundamentalismo del mercado, del “pensamiento único”, amesetando el conflicto social. Ya en los años noventa, toda denominación que implicara una controversia entre partes era suprimida hasta en el vocabulario: los departamentos o gerencias de relaciones laborales en las empresas comienzan a denominarse con el apelativo de “recursos humanos”; la ideología o las ideas de izquierda y de derecha son anacrónicas; el término oligarquía o clase obrera, antiguo, de otra época; el Estado, un elefante pesado que hay que anular y transformar en gendarme de las relaciones económicas y financieras del mercado libre.

Con una sociedad desmovilizada y desideologizada, el consumo tardó poco tiempo en constituirse en una necesidad. El avance tecnológico y el acceso masivo de artículos relacionados con la diversión, la distracción y la comunicación, cambiaron el concepto de mercancía y producto. Ya no es necesario comprar un producto por su calidad, utilidad y durabilidad. Lo importante es la “marca” y el “estilo” de personalidad que esa marca inculca.

Así, por citar sólo un ejemplo paradigmático, famosas empresas de indumentarias deportivas dejan de escribir su nombre en sus prendas y zapatillas, sólo se las reconocen por su logo. Tener algo de marca es consustanciarse con una personalidad impactante. Es “ser” importante, es “pertenecer”. Las empresas multinacionales invaden el espacio público e intervienen en todos los lugares donde pueden influir. Uno de esos espacios son las universidades: financian y auspician investigaciones, seminarios, conferencias, jornadas científicas y hasta deportivas, siempre afín con sus necesidades e intereses.

No hay comentarios:

Publicar un comentario