Hace 4 décadas, mas menos,
América Latina era azotada por una horda avasallante que sin pausa y sin
tregua, exterminó a una generación, torturó y violó la voluntad de miles hasta
que no quedaron ganas de hablar, de mostrarse, de hacerse valer. Una horda de Cóndores
que cazó a todo “subversivo” que anduviera dando vueltas, algunos, cuentan,
pichones recién cazados, los llevaban a sus propios nidos donde eran criados
como pequeños cóndores.
Pero aquel gigante azotado
ya estaba acostumbrado a las torturas y a la muerte, a la extinción y a la
humillación, siglos de desalojo y ocupación habían pasado por esta a tierra y,
como un espíritu que flota en una atmósfera densa y oscura fue alimentando la
fuerza y la esperanza, fue conquistando, uno por uno, corazón por corazón hasta
lograr despertar nuevamente a ese
gigante dormido que allá por los 90 supo callar pero que hoy no soporta una
ceguera más, no tolera que ni una palabrita sola que quede dentro de la boca,
porque aquel mucho había callado y ahora quiere gritar.
Aquellos gritos, gritos de
guerra, de victoria y de alegría; de sentimientos reprimidos y emociones por
mucho tiempo encadenadas, fueron escuchados. Aquellos cóndores a quienes todos pensábamos
muertos y enterrados hoy surgen en una nueva forma, en forma de buitres. Ya no
cazan por las noches ni torturan a sus víctimas, esperan, especulan, confunden,
siembran el temor y la desinformación y una vez más, comienzan a envenenar a
ese gigante que una vez fue asesinado y dormido pero que ahora, tan despierto y
con los ojos tan abiertos ya no podrá dormir jamás. Este gigante que es América
Latina que ha sabido albergar el terror y la muerte en sus entrañas, que ha podido
soportar las calumnias más atroces y que ha visto a sus pueblos doblegarse
frente al poder autoritario ya no quiere apoyar en el suelo una rodilla más. La
muerte tal vez, sea una opción, dormirlo ya no... nunca más.
MR